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Fernando Pérez Medina

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Plaza Vendôme, Paris 75001, Francia
Date: 08-10-2017 / Time: 12:53:19

FOTOGRAFÍA, VIAJES Y CULTURA

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 ya que la palabra regia es soberana, y ¿quién va a decirle: Qué haces?  Quien se atiene al mandamiento, no sabe de conspiraciones. Y el corazón del sabio sabe el cuándo y el cómo. (Eclesiastés 8:4- 8:5)  -  1 / 30.
 Porque todo asunto tiene su cuándo y su cómo. Pues es grande el peligro que acecha al hombre,  ya que éste ignora lo que está por venir, pues lo que está por venir, ¿quién va a anunciárselo? (Eclesiastés 8:6- 8:7)  -  2 / 30.
 No es el hombre señor del viento para domeñar al viento. Tampoco hay señorío sobre el día de la muerte, ni hay evasión en la agonía, ni libra la maldad a sus autores.  Todo esto tengo visto al aplicar mi corazón a cuanto pasa bajo el sol, cuando el hombre domina en el hombre para causarle el mal. (Eclesiastés 8:8- 8:9)  -  3 / 30.
Por ejemplo, he visto a gente mala llevada a la tumba. Partieron del Lugar Santo, y se dio al olvido en la ciudad que hubiesen obrado de aquel modo. ¡Otro absurdo!: que no se ejecute en seguida la sentencia de la conducta del malo, con lo que el corazón de los humanos se llena de ganas de hacer el mal; (Eclesiastés 8:10- 8:11)  -  4 / 30.
que el pecador haga el mal veces ciento, y se le den largas. Pues yo tenía entendido que les va bien a los temerosos de Dios, a aquellos que ante su rostro temen, y que no le va bien al malvado, ni alargará sus días como sombra el que no teme ante el rostro de Dios. (Eclesiastés 8:12- 8:13)  -  5 / 30.
Pues bien, un absurdo se da en la tierra: Hay justos a quienes les sucede cual corresponde a las obras de los malos, y malos a quienes sucede cual corresponde a las obras de los buenos. Digo que este es otro absurdo. Y yo por mí alabo la alegría, ya que otra cosa buena no existe para el hombre bajo el sol, si no es comer, beber y divertirse; y eso es lo que le acompaña en sus fatigas en los días de vida que Dios le hubiera dado bajo el sol. (Eclesiastés 8:14- 8:15)  -  6 / 30.
Cuanto más apliqué mi corazón a estudiar la sabiduría y a contemplar el ajetreo que se da sobre la tierra - pues ni de día ni de noche concilian los ojos el sueño - fui viendo que el ser humano no puede descubrir todas las obras de Dios, las obras que se realizan bajo el sol. Por más que se afane el hombre en buscar, nada descubre, y el mismo sabio, aunque diga saberlo, no es capaz de descubrirlo. (Eclesiastés 8:16- 8:17)  -  7 / 30.
 Pues bien, a todo eso he aplicado mi corazón y todo lo he explorado, y he visto que los justos y los sabios y sus obras están en manos de Dios. Y ni de amor ni de odio saben los hombres nada: todo les resulta  absurdo. Como el que haya un destino común para todos, para el justo y para el malvado, el puro y el manchado, el que hace sacrificios y el que no los hace, así el bueno como el pecador, el que jura como el que se recata de jurar. (Eclesiastés 9:1- 9:2)  -  8 / 30.
 Eso es lo peor de todo cuanto pasa bajo el sol: que haya un destino común para todos, y así el corazón de los humanos está lleno de maldad y hay locura en sus corazones mientras viven, y su final ¡con los muertos!  Pues mientras uno sigue unido a todos los vivientes hay algo seguro, pues vale más perro vivo que león muerto. (Eclesiastés 9:3- 9:4)  -  9 / 30.
 Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, y no hay ya paga para ellos, pues se perdió su memoria.  Tanto su amor, como su odio, como sus celos, ha tiempo que pereció, y no tomarán parte nunca jamás en todo lo que pasa bajo el sol. (Eclesiastés 9:5- 9:6)  -  10 / 30.
 Anda, come con alegría tu pan y bebe de buen grado tu vino, que Dios está ya contento con tus obras.  En toda sazón sean tus ropas blancas y no falte ungüento sobre tu cabeza. (Eclesiastés 9:7- 9:8)  -  11 / 30.
 Vive la vida con la mujer que amas, todo el espacio de tu vana existencia que se te ha dado bajo el sol, ya que tal es tu parte en la vida y en las fatigas con que te afanas bajo el sol. Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus fuerzas, porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el seol a donde te encaminas. (Eclesiastés 9:9- 9:10)  -  12 / 30.
Vi además que bajo el sol no siempre es de los ligeros el correr ni de los esforzados la pelea; como también hay sabios sin pan, como también discretos sin hacienda, como también hay doctos que no gustan, pues a todos les llega algún mal momento. Porque, además, el hombre ignora su momento: como peces apresados en la red, como pájaros presos en el cepo, así son tratados los humanos por el infortunio cuando les cae encima de improviso. (Eclesiastés 9:11- 9:12)  -  13 / 30.
También he visto otro acierto bajo el sol, y grande, a juicio mío: Una ciudad chiquita, con pocos hombres en ella. Llega un gran rey y le pone cerco, levantando frente a ella empalizadas potentes. (Eclesiastés 9:13- 9:14)  -  14 / 30.
Encontrábase allí un hombre pobre y sabio. El pudo haber librado la ciudad gracias a su sabiduría, ¡pero nadie paró mientes en aquel pobre! Y yo me digo: Más vale sabiduría que fuerza; pero la sabiduría del pobre se desprecia y sus palabras no se escuchan. (Eclesiastés 9:15- 9:16)  -  15 / 30.
Mejor se oyen las palabras sosegadas de los sabios que los gritos del soberano de los necios. Más vale sabiduría que armas de combate, pero un solo yerro echa a perder mucho bueno. (Eclesiastés 9:17- 9:18)  -  16 / 30.
 Una mosca muerta pudre una copa de ungüento de perfumista; monta más un poco de necedad que sabiduría y honor.  El sabio tiene el corazón a la derecha, el necio tiene el corazón a la izquierda. (Eclesiastés 10:1- 10:2)  -  17 / 30.
 Además, en cualquier camino que tome el necio, su entendimiento no le da de sí y dice de todo el mundo: «Ese es un necio.»  Si el enojo del que manda se abate sobre ti, no abandones tu puesto, que la flema libra de graves yerros. (Eclesiastés 10:3- 10:4)  -  18 / 30.
 Otra calamidad he visto bajo el sol, como error que emana de la autoridad:  La necedad elevada a grandes dignidades, mientras ricos se sentaban abajo. (Eclesiastés 10:5- 10:6)  -  19 / 30.
 He visto siervos a caballo, y príncipes que iban a pie, como los siervos.  El que cava la hoya cae en ella, y al que atraviesa el seto le muerde la culebra. (Eclesiastés 10:7- 10:8)  -  20 / 30.
 El que saca piedras se lastima con ellas, el que raja maderos puede hacerse daño. Si se embota el hierro y no se afilan sus caras, hay que acrecentar los bríos: también supone ganancia afinar en sabiduría. (Eclesiastés 10:9- 10:10)  -  21 / 30.
Si pica culebra por falta de encantamiento no hay ganancia para el encantador. Palabras de boca de sabio agradan, mas los labios del necio a él lo engullen. (Eclesiastés 10:11- 10:12)  -  22 / 30.
Empieza diciendo necedades, para acabar en locura de las malas. Y el necio dice más y más palabras. Nadie sabe lo que vas venir, y el remate de todo, ¿quién puede pronosticárselo? (Eclesiastés 10:13- 10:14)  -  23 / 30.
Lo que más molesta al necio es que no sabe ir a la ciudad. ¡Ay de ti, tierra, cuyo rey es un chiquillo, y cuyos príncipes comen de mañana! (Eclesiastés 10:15- 10:16)  -  24 / 30.
¡Dichosa tú, tierra, cuyo rey es hidalgo y cuyos príncipes comen a la hora, por cobrar vigor y no por banquetear! Por estar mano sobre mano se desploma la viga, y por brazos caídos la casa se viene abajo. (Eclesiastés 10:17- 10:18)  -  25 / 30.
Para holgar preparan su banquete, y el vino alegra la vida, y el dinero todo lo allana. Ni aun en tu rincón faltes al rey, ni en tu misma alcoba faltes al rico, que un pájaro del cielo hace correr la voz, y un ser alado va a contar la cosa. (Eclesiastés 10:19- 10:20)  -  26 / 30.
 Echa tu pan al agua, que al cabo de mucho tiempo lo encontrarás.  Reparte con siete, y también con ocho, que no sabes qué mal puede venir sobre la tierra. (Eclesiastés 11:1- 11:2)  -  27 / 30.
 Si las nubes van llenas, vierten lluvia sobre la tierra, y caiga el árbol al sur o al norte, donde cae el árbol allí se queda.  El que vigila el viento no siembra, el que mira a las nubes no siega. (Eclesiastés 11:3- 11:4)  -  28 / 30.
 Como no sabes cómo viene el espíritu a los huesos en el vientre de la mujer encinta, así tampoco sabes la obra de Dios que todo lo hace.  De madrugada siembra tu simiente y a la tarde no des paz a tu mano. Pues no sabes si es menor esto o lo otro o si ambas cosas son igual de buenas. (Eclesiastés 11:5- 11:6)  -  29 / 30.
 Dulce es la luz y bueno para los ojos ver el sol.  Si uno vive muchos años, que se alegre en todos ellos, y tenga en cuenta que los días de tinieblas muchos serán, que es vanidad todo el porvenir. (Eclesiastés 11:7- 11:8)  -  30 / 30.
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